15.4.16

Aragoneses, el Cura Manuel Pérez Martínez

Esta semana tuve oportunidad de pensar en el Cura Pérez junto al pozo que os acompaño. Ayer también. Viendo en la 2 “Diarios de un nómada”, la semiaventura motociclista del antiguo notario valenciano Silvestre.

El Cura Manuel Pérez Martínez, nacido en la actual despensa de melones y sandías de Aragón: Alfamén, se encuentra entre los pocos aragoneses influyentes en la historia de América. En su caso, además, en la historia de Colombia. Donde tan pocos aragoneses residen y donde la labor de reconciliación de este cura todavía es palmario. Nunca se acusó al ELN de vender cocaína como en el caso de las FARC. Solo por eso, ya debemos honrarle con una entrada.

Decíamos ayer que, dada la poca participación de la Corona de Aragón en las luces y también muchas sombras del “descubrimiento” y, sobre todo, colonización y registrado de la propiedad mariana del continente americano, la presencia aragonesa en la historia de América viene a ser residual  pero con tres grandes hitos: el mencionado cura de Alfamén, sobre todo Artigas –una gran historia aragonesa, padre de la independencia uruguaya- y, no se sorprenda nadie, los protagonistas de la serie “Aragón en México”. Eje al que pertenecen varias personalidades de manera lineal, pero en el que destacar a Buñuel y Bunbury.

No tenemos aragon creolle pero sí que toda esta gente llevó su rasmia allende los mares.

Imagen: brocal del pozo del precioso santuario de la Virgen de las Lagunas de Alfamén. El agua de la sierra del Algairén ha de ser buscada por las vides de Alfamén en el subsuelo de su desierto. Sequedad  que seguro que fue anhelado en la húmeda selva colombiana  por el cura Pérez.

Así, la historia del Cura Pérez es semejante a la de un jesuita de mi pueblo Berdún –Antonio también Pérez-, radicado en Venezuela que, como tantos seminaristas aragoneses, aprovecharon el viento a favor del Concilio Vaticano Segundo y cumplieron su vocación yendo a “misiones”, pero al son de la Teología de la Liberación del Padre Leonardo Boff.

Una vez llegados a sus destinos, muchas veces en la selva amazónica y del Orinoco, la injusticia social y, en estos dos casos, su energía y valor casi masoquista y tan aragonés, además de la influencia de Ellacuría, hicieron de sus misiones verdaderas vidas de película. Lo mismo sucedió con Rey Ardid, por otra parte.

Grafitti del Cura Pérez en Medellín tras su muerte por hepatitis no divulgada por el ELN, en pleno proceso de negociación con los paramilitares en 1998.

Llevado su compromiso al plano organizativo, el cura de Alfamén –¿apóstol o terrorista? según “El Espectador” de Bogotá donde escribía García Márquez- llegó a la jefatura del Ejército de Liberación Nacional, parte pero no, ya lo hemos comentado, de las FARC.

Todas estas facciones están intentando llevar a cabo en este momento y en La Habna un complicado proceso de gestión del alto el fuego imperfecto alcanzado en la presidencia de Santos. Que con Uribe y la invasión de dinero gringo era imposible. Por su implicación personal con los paramilitares de “defensa” de los hacendistas. Este proceso, tan bien narrado por el excelente novelista  del presente colombiano Juan Gabriel Vásquez, es cuando menos tan complicado, y así vuelvo al primer párrafo, como la reconciliación de cristianos croatas y bosnios musulmanes que simboliza el puente reconstruido de Mostar. Reconciliación arquitectónica pero no social.

En todo caso, el segundo “político” aragonés más influyente en la historia de América, de una localidad no muy lejana al pueblo de Artigas. Gente de desierto, dura y resistente. Quijote máximo, según la prensa colombiana, ángel y demonio a partes iguales.

Os dejo con Vásquez y su sugerente obra “El ruido de las cosas al caer”, pensamiento nihilista colombiano y con razón.

“Uno es feliz hasta que la caga de cierta forma, luego no hay manera de recuperar eso que uno era antes” 
“La edad adulta trae consigo la ilusión perniciosa del control, y acaso depende de ella. Quiero decir que es ese espejismo de dominio sobre nuestra propia vida lo que nos permite sentirnos adultos, pues asociamos la adultez con la autonomía, el soberano derecho a determinar lo que va a sucedernos enseguida. El desengaño viene más pronto o más tarde, pero viene siempre, no falta a la cita, nunca lo ha hecho. “

11/04 Luis Iribarren.