2.3.15

El Ebro ha hablado, pero en la CHE no saben escuchar

A pesar de mis años, no recuerdo que el padre Ebro causara más daños estos días que en las últimas décadas. Digo daños y no crecidas. El Ebro como tal es un complejo mecanismo hidrológico geomorfológico, un río dentro de un clima seco, vivo, irregular, variante, en función de las crecidas de sus afluentes en épocas invernales a estiajes en verano.

Da vida a nuestros pueblos que aprendieron a convivir con él a través de los siglos. Pero dicho esto, entiendo el enfado de esas  gentes que han visto anegados sus campos y viviendas por algo que ellos venían denunciando. Acusan a la Confederación Hidrológica y al Gobierno de Aragón de no hacer nada y estos replican desde la CHE que  ¨no puede hacer nada¨ o que el Ebro  tiene una "evolución extraña", tal y como ha dicho Luisa Fernanda Rudi. Ambos han estado a la altura de lo que se podía prever. 

La falta de limpieza de su cauce, el excesivo dudoso proteccionismo de su fauna y flora, cuando otras especies invasoras lo invaden, han  hecho que el río  poco a poco cambie su cauce  haciéndolo  menos controlable.

Se han de escuchar más las voces de quienes lo viven y lo conocen bien. Alcaldes de pueblos, barrios o pedanías, vecinos, agricultores y ganaderos, todos ellos llevan  una vida entera entroncada en sus riberas. El desastre económico y también ecológico —si es eso lo que querían proteger— ha dejado con los pantalones abajo a la DGA y a la CHE y lo que es peor, han arrasado el patrimonio de toda una vida de trabajo de cientos de personas.

Momento será de pedir responsabilidades y revisar la legislación sobre el tramo medio. Mientras, el gobierno central y autonómico tendrán que adoptar medidas urgentes para resarcir tanta pérdida, pero de inmediato. Lo que duele es que se podía haber  evitado tanto desastre. 

Daniel Gallardo Marín