27.12.14

El irreal mensaje Real de Navidad

Cuentan que en 1932 el rey Jorge V a través de la BBC lanzó el primer mensaje navideño “para todos aquellos súbditos del Imperio Británico que solo los pueden alcanzar las voces por el aire”. Desde ese momento, todos los Jefes de Estado y de Gobierno se han ido apuntando a tan efectiva forma de dirigirse a sus ciudadanos (en las Repúblicas) o súbditos (en las Monarquías), primero por la radio, después por la televisión.
Cada 24 de diciembre, el Rey se dirige a sus súbditos españoles y, al día siguiente, la prensa cortesana y los partidos monárquicos se deshacen en alabanzas. Siempre es excelso en la forma y excelente en el fondo; este año hemos cambiado de Rey, pero el discurso es muy parecido y los excesos cortesanos y laudatorios también. Solo hace falta tirar de hemeroteca: los epítetos ¡¡¡¡son los mismos!!!!.
Seguramente, el texto lo revise o lo redacte el Gobierno conjuntamente con la Casa Real y siempre contiene algunos elementos que el Gobierno quiere comunicar y, por lo tanto, podrían estar sujetos a la legítima crítica política, pero la figura del Rey es intocable, está por encima del Bien y del Mal y, como un semidios, no está sujeta a la crítica para el coro de aludadores. La Monarquía está basada en una ficción absurda, irreal y antidemocrática. Un miembro de la Casa Real no se equivoca, siempre acierta. Al fin y al cabo, la Monarquía es un vestigio del pasado imposible de casar con las ideas de Igualdad. Un miembro de la Casa Real es un ser sin mácula adornado de cuantas virtudes imaginarse pueda. No tienen defectos, no se divorcian (interrumpen la convivencia), no se corrompen (los presuntos corruptos son los consortes) y siempre causan admiración en cualquier lugar donde van. Un miembro de la nobleza es desigual por definición, por derecho de sangre, por hechos de armas familiares pretéritos, por traiciones, por intrigas, por lo que sea, y está por encima de sus súbitos. Lo cual, para mí, es un disparate conceptual.
Por ejemplo, el primer Borbón que accedió al trono de Francia (Enrique IV) lo hizo abjurando del protestantismo y convirtiéndose al catolicismo, traicionando a sus súbditos y sus ideas –se le atribuye la frase: “París bien vale una misa”-; la entrada de los Borbones en el Estado Español fue por derecho de conquista, a sangre y fuego, derogando la tradición “federal” como marco de convivencia –los Fueros y Libertades de Aragón, por ejemplo- y constituyendo el inicio del fracaso del Estado Español como proyecto común. A partir de allí, es una dinastía preñada de palurdos, corruptos, iletrados y felones (Carlos IV y Fernando VII, que renunciaron a sus derechos dinásticos a favor de José I y faltaron a su palabra, el propio Fernando VII que juró defender la Constitución y lo primero que hizo fue derogarla; Isabel II y los negocios oscuros de miembros de la Casa Real en obras y adjudicaciones); personajes que no dudaron en apoyar cualquier dictadura (Alfonso XIII, que auspició la Dictadura de Primo de Rivera –al que llamaba el “Mussolini español” y se autodenominaba “falangista de primera hora”; el pretendiente Juan ferviente fascista desde los años treinta, relacionado con el nazismo y con una fortuna de origen no del todo claro; el propio Juan Carlos I, franquista mientras vivió Franco y “demócrata de toda la vida” cuando hizo falta, siguiendo la honda tradición familiar de traicionar las propias ideas, ayer espejo de virtudes y hoy escondido en un retiro dorado del que nada se dice…
No conozco a Felipe Borbón, pero estoy seguro que tendrá virtudes… y defectos, como tú y como yo. Ni más, ni menos. 
Jorge Marqueta Escuer